
Esto no es 2017 y Banco Sabadell es el único con verdadera urgencia
Banco Sabadell vuelve a Cataluña y veremos ríos de tinta correr, ‘haters’ y ‘fandom’ aparecer, preguntas a otras grandes empresas por lo mismo, pero la realidad es que el banco regresa donde debería estar porque nunca tomó la puerta por una convicción territorial, sino por una necesidad. Y lo mismo sucedió con otras firmas que residen en diversas comunidades… aunque sus circunstancias hoy son diferentes: ahora es sólo el banco el que se encuentra en una situación compleja y sólo él tiene verdadera urgencia. En 2017, tras la declaración de independencia ‘anulada’, la mudanza de sede fue casi una obligación para muchas compañías por el riesgo legal que entrañaba la ruptura y el miedo a las implicaciones de quedarse fuera de la zona euro.
2025 es otro mundo y el momento elegido por Banco Sabadell parece más oportunista que urgente por obligación y no sólo de cara a Pedro Sánchez y Salvador Illa, para que se mantengan de su lado en la opa, sino también por su plantilla. La entidad va (ella sí) como un cohete, pero eso significa que la red está que arde para apuntalar la rentabilidad y para que, resultado tras resultado, el banco sorprenda al mercado y eso permita a la cotización en bolsa demostrar que la prima que ofrece BBVA es insuficiente. Para el conjunto de 2024, se prevé un beneficio por encima de 1.600 millones; frente a los 1.332 millones de 2023 y un dividendo complementario de 0,16, euros. Cifras históricas en todos los casos.
Pero, ¿cuánto puede durar este ritmo? Los menores vientos de cola de los tipos de interés complican que de forma natural los resultados sigan creciendo, mientras que la opa se alarga y no parece que vaya a resolverse pronto. Eso significa que la maquinaria del banco debe estar más engrasada que nunca y generar volumen de negocio para compensar el impacto del cambio de pie del BCE a costa de ganar hueco a los competidores.
Mantener un equipo motivado en estas circunstancias es complicado, especialmente si se teme que una fusión ponga en riesgo muchos puestos de trabajo y en una integración ‘hostil’ el adquirido no suele llevar la iniciativa. El regreso a Cataluña, donde el Banco Sabadell siempre ha mantenido su sede operativa y al grueso de su plantilla (alrededor de 5.000 personas), también se interpreta como un mensaje del consejo de administración al equipo de que se está dando guerra por ellos en un momento complejo para mantenerse al 120% de rendimiento.
No obstante, implicar a la Generalitat puede ser un dardo envenenado. El movimiento del Sabadell ha generado la expectativa de que otros grupos podrían seguir su ejemplo, aunque los tiempos son diferentes para el resto de empresas, que no viven bajo el yugo de una opa. La pérdida de tejido empresarial fue tan profunda tras el 1-O -se cedieron más de 8.000 empresas– que atraerlas requeriría de mayores esfuerzos.
Durante años, los partidos independentistas han intentado descorrelacionar la ‘huida’ de empresas de Cataluña del referéndum del 1-O y lo han ligado al ‘dumping’ fiscal: la menor carga impositiva que existe en otras comunidades autónomas. Y hay una parte de realidad y la Generalitat lo sabe. “El regreso a Cataluña no es algo en lo que Salvador Illa esté ejerciendo mucha presión, porque sabe que para lograr que las empresas vuelven de forma significativa necesitan algo más, como la fiscalidad”, señalan fuentes.
Es cierto que el paso dado por el Banco Sabadell probablemente aumente el debate público sobre la lógica de que se produzcan otros regresos (deseable para representar adecuadamente el peso empresarial de Cataluña), pero no es necesario que sean esta semana ni la siguiente, como sucedió en 2017, cuando el banco convirtió en el primero de todos los demás. Hoy no existe ninguna urgencia, sino que es el Banco Sabadell el que ha decidido mover ficha con un guiño más que evidente al socialismo en su regreso a Cataluña y elevar a un tema “territorial” la operación, como lo calificó este miércoles el presidente del Gobierno.
A partir de aquí el concepto financiero de la opa se enturbia y saltamos a otro espectro totalmente distinto. BBVA hasta el momento ha defendido que, si se aplicaran condiciones duras a la oferta, podría renunciar a ella. Y aquí no solo habla de la CNMC, sino también de Moncloa-Generalitat.
Si volvemos al principio de la oferta -que vino precedida de un proceso de fusión acordado donde sí se veía el encaje estratégico incluso con las peculiaridades geográficas- el problema era el precio. El Banco Sabadell no es el mismo banco que en 2020 y la prima ofrecida por BBVA parecía insuficiente. Hasta aquí el argumento siempre había sido el financiero; que la oferta no valoraba correctamente al banco y que la entidad estaba trabajando para lograr una mejora: todo ‘por y para’ los accionistas.
Pero enredar a la política más profundamente en la opa puede adulterar ese mensaje. Convertir la opa en un problema en el que implicar al gobierno autonómico más crítico para el Ejecutivo central, es suficiente para transformarlo, porque significaría ceder una parte del timón de la operación. Si eso sucede, la ‘deshostilización’ de la oferta, que pasaría por un precio mayor (bueno para los accionistas), y una fusión entre caballeros (para el equipo) perdería posibilidades. Nunca ha parecido que estuviera sobre la mesa, pero siempre ha sido la mejor solución, tanto BBVA como Sabadell lo saben, y hasta ahora era una carta que se podía jugar. Veamos si está perdida cuando entre en el tablero otro jugador con tanto peso como el Gobierno
Publicar comentario